Álvaro Obregón, fue un revolucionario mexicano, Presidente de la República entre 1920 y 1924. Nació en Siquisaya, Sonora el 19 de febrero de 1880. Asesinado por un fanático católico el 17 de julio de 1928 en San Ángel, México.
1923 - El Presidente Obregón y la situación de México
Repertorio Americano, 09 de julio de 1923.
Impresión personal del
mandatario mexicano. —El hombre que acabó con la anarquía de su país. —La reforma
agraria. —La reforma educacional. —La cuestión del Petróleo.
—Hispanoamericanismo.
El General Obregón es varón
de 40 años; tiene una fisonomía muy enérgica y da la impresión de un hombre
fuerte a pesar de su brazo mutilado en el que lleva como recuerdo lacerante de
la revolución a la cual ha dado su propia sangre. Los ojos claros, llenos de
inteligencia y vivacidad y la sonrisa franca quitan dureza a la fisonomía. Su
palabra es fácil, sobria y tranquila. Expresa su pensamiento sin ambigüedad
alguna, sin esconder sus convicciones, netas como las líneas de su semblante.
Viste con una sencillez que llamaremos de presidente norteamericano porque en
los de nuestra América, especialmente en los generales, no abunda esta virtud
externa. Una ironía sana matiza su conversación, ironía muy de su raza, pero
que está llena de cordialidad. En ningún momento de su charla aparece en el
Presidente aquel General sin cultura y lleno de vanidad grotesca que Blasco
Ibáñez inventó en su libro unilateral y sin hidalguía sobre México, obra -dicho
sea de paso -, de sensacionalismo, habitualmente destinada al público de Nueva
York, documentada en dos meses de residencia en la capital de un vasto país y en
días desgraciados de gran agitación.
La cultura universitaria que
el Presidente no adquirió, está reemplazada con creces por un sagaz espíritu
intuitivo que le reconocen cuantos le tratan. Su caso es común en esta raza que
Jacinto Benavente ha llamado la más inteligente de la América española.
Su conversación sólo puede
decepcionar a los extranjeros a quienes gusta hacer de la política un abanico
de pavo real con metáforas tropicales y a los diplomáticos habituados a los
Presidentes que no dicen nada, que esquivan todo concepto claro por una
prudencia que linda con la cobardía o estulticia. Hasta los norteamericanos que
le tratan, cuando pueden hablar libres de la presión de su gobierno, declaran
que les ha dejado una impresión de profunda honradez y de viril franqueza.
En su carácter dominan esa
sinceridad y una energía a la cual debe México dos años de paz y del trabajo de
reconstrucción más intenso y más violento que es dable concebir.
Lo que significa para el
país la mano vigorosa de este hombre quebrantando la anarquía hasta las
vértebras, buscando el orden para dignificar a México ante el extranjero y dar
descanso a su raza dolorida y fatigada, es mucho, es tanto que, si no hubiese
hecho otra cosa en su gobierno que obtener esta tregua salvadora, tendría
derecho por ese sólo título a la gratitud de sus gentes y a la consideración de
los demás pueblos.
Pero ha hecho mucho más: ha
iniciado en la América Nuestra la reforma agraria que pasará seguramente a los
otros países, depurándose de sus errores parciales, y ha hecho la reforma
educacional más grande que ve nuestra raza desde los tiempos del gran Sarmiento
hasta la fecha. Estima él que el problema de su país se resuelve con la cultura
de sus doce millones de indígenas y con el mejoramiento material de los mismos.
Piensa que la pequeña propiedad hará sentir al indio la patria hecha madre de
verdad; el trabajo próspero le traerá el amor de la paz; quedará el indio
incorporado con la pureza del sufragio a la vida política y con la posesión de
la parcela de tierra, hará suyos los intereses económicos de la nación. Los
Gobiernos españoles primero y los nacionales después, nunca procuraron
transformar al indio en ciudadano; se perdieron así para esta labor de enorme
urgencia cuatro siglos y en las reformas que ahora se verifican tiene que haber
ese apresuramiento febril con que se realiza toda labor descuidada y que es
cosa vital para un pueblo.
Por otra parte, en las
exigencias de campesinos y obreros mexicanos sólo se ha vuelto más agudo el
caso que hemos visto desarrollarse en Europa después de la gran guerra: los
hombres que han peleado largos años, que han vivido el infierno de no tener
hogar, de entregarlo todo, salud, familia, bienestar, a la lucha atroz, vuelven
de los campamentos exigiendo, ya no justicia parcial, sino total; ya no
reformas lentas, sino inmediatas.
Cuatro años de la guerra
europea realizaron esta mudanza en los espíritus; diez años de revolución
mexicana no han podido hacer menos. No hay sino aceptar los hechos consumados
que son una de una lógica absoluta y humana.
La cuestión agraria no había
sido en nuestros países afrontada todavía; a México le ha correspondido el duro
destino de empezar. Es tremendo, aunque sea glorioso este privilegio de
comenzar sin que pueda aprovecharse del tesoro de la experiencia ajena. La
única que hay en esta cuestión es la europea y nunca nos cansaremos de decir
que la experiencia de Europa rara vez sirve para la América, por tratarse de
campos radicalmente diversos. Con la reforma agraria no sólo buscan los hombres
de la revolución mexicana el cumplimiento de las promesas democráticas hechas
al pueblo; buscan algo más: la mayor producción que es en todas partes el
resultado de la división de la tierra; todavía esto no se alcanza en México, es
verdad, pero se alcanzará en cinco años o más.
Eso es lo que la revolución
ha hecho por el campesino; la situación del obrero industrial ha mejorado
notablemente y se discute un Código de Trabajo avanzado, pero sensato que
contiene, este sí, la experiencia de otros países, cuajada en la legislación
obrera de los últimos años.
De este modo responde el
Gobierno de la revolución a las esperanzas que el pueblo puso en ella y rara
vez se ve en nuestros países que los hombres elevados en nombre de ciertos
principios democráticos rotundos los cumplan al llegar al poder; ¡tal
consecuencia política es tan rara que con razón asombra a los vecinos que la
miran con cierto estupor!
Las reformas netamente
democráticas de esta administración han herido intereses de antiguo
establecido. Es absolutamente necesario, al considerar este punto, detenerse en
un hecho formidable y que lo domina todo: en una población de 16 millones de
habitantes, entre los cuales 12 millones son indios, los intereses de la
minoría privaron mientras no hubo sufragio popular efectivo, al iniciarse éste,
la mayoría aplastante tenía que imponerse y de modo fundamental, arrolladora.
En otras partes, en Chile, por ejemplo, la aristocracia y la clase media
reunidas acaso puedan equilibrar numéricamente sus fuerzas con las del pueblo;
y por lo tanto su criterio pueda sobreponerse por muchos años a las peticiones
radicales de la masa trabajadora. ¡En México no y, o se acepta el resultado
presente que emana recto del régimen republicano que los países de origen
español eligieron por tipo, o se cambia el régimen, cosa ya imposible en nuestro
tiempo! No queda, pues, sino aceptar los sucesos que lógicamente han acaecido
por este desequilibrio enorme que hay entre las tres clases.
En cuanto a la reforma
educacional que verifica esta administración, es ella de tal trascendencia,
realiza una síntesis tan admirable de las mejores ideas pedagógicas que dominan
hoy en el mundo, que no ha podido menos que imponerse a la admiración del
Continente. Lo que se destaca más vigorosamente en ella es su esfuerzo en favor
de la enseñanza del indio, la preponderancia de la educación primaria sobre la
universitaria y la índole radicalmente práctica con la que se busca hacer de
México una nación industrial de primer orden. Así se podría detener, con la
invasión económica, la invasión política. El movimiento educacional en México,
el esfuerzo de cultura estupendo que significa un presupuesto aumentado en
siete o diez veces, superior al de guerra, son cosas que hacen volverse con
respeto a la Argentina, Brasil y Centro América, hacia el calumniado país en el
sólo se quería ver una especie de histerismo político, sin el sentido social y hondamente
humano que toma en la agitación revolucionaria. Ojalá todos los pueblos se
impusieran al respeto de los demás con una obra semejante; ojalá para la
clasificación de valores de las naciones, una labor educacional de esta
magnitud fuese más tomada en cuenta que el tonelaje de las naves de guerra.
Si este Presidente como lo
diremos más adelante, no asiste a todas a las reuniones diplomáticas, se le ve
en cambio en cada inauguración de escuela, en cada acto cultural de
importancia. Edificios escolares espléndidos se levantan en la capital y en los
estados y serán la huella tangible de una administración creadora y de un Jefe
al que podrá llamarse como a Sarmiento Presidente civilizador. Esto por sí solo
destruirá las leyendas del militarismo de México, país que ni siquiera tiene
servicio militar obligatorio.
Después de la cuestión
agraria viene la cuestión del petróleo en la crítica amarga que se hace del
gobierno del Presidente Obregón.
La política económica de
este régimen no es ni más ni menos nacionalista que la de Estados Unidos. Acaba
la nación del norte a dictar leyes tan rigurosas que llegan a aparecer
prohibitivas, respecto a los industriales extranjeros. Desde los primeros años
de su independencia los Estados Unidos se trazaron una línea de proteccionismo
industrial. México no hizo otro tanto en su primer siglo de vida libre, y el
gobierno del General Díaz, quizás por alentar la inversión de capitales
extraños, fue lejos en sus franquicias. Hay que pensar también que la riqueza
del petróleo no venía aún y que en torno de ella gira la serie de incidentes
ingratos y trágicos en parte que se han suscitado desde que los pozos
petroleros fueron descubiertos. Las dificultades con Estados Unidos se hacen
agudas desde el nacimiento de tal industria en México. Se han agravado, como es
natural, por los antecedentes dolorosos del odio justo que la guerra de Texas
dejó en la lacerada nación mexicana hacia aquel país que, tras de una lucha
breve, se anexó un tercio del territorio en medio del silencio cobarde de los
otros países y con la sencillez con que se anexan cien kilómetros cuadrados.
Este gobierno ha declarado
la nacionalización del subsuelo en medio del escándalo de las Compañías
Petroleras. Es cuestión vital para México, que hoy saca esa industria casi todo
el presupuesto nacional. Un pueblo tiene perfecto derecho a defender las cosas
que han pasado a ser la fuente misma de su vida económica.
La mejor prueba de que estas
leyes no son exageradas es el hecho de que las compañías acaban de repartir
dividendos enormes, casi fabulosos entre sus accionistas. Una mayor prosperidad
de estas empresas ya significaría la entrega de la riqueza mexicana y, por lo
tanto, una ignorancia absoluta y torpe del criterio proteccionista que rige hoy
en todos los países después de la gran guerra.
El Presidente habla sobre el
conflicto de Estados Unidos y México sin una palabra de odio, pero con gran
sentido, no sólo de dignidad nacional sino racial. Él ve claramente que el
quebrantamiento de su país ante la acción económica de Estados Unidos, que ya
se ha consumado en la América Central y en las Antillas, sería fatal para los
países del Sur. Esta actitud del gobierno mexicano no puede ser apreciada
todavía en toda su significación; cuando los países hermanos puedan mirarla
nítidamente, en años más, sabrán ser justicieros hacia México y corresponderán
con juicios diferentes de los que hoy tienen al fuerte y digno hermano.
El Hispanoamericanismo del Presidente
Obregón es sincero. Colaboran en su administración hombres de todos nuestros
países y especialmente los de Centro América. Al hablar de hispanoamericanismo
del Presidente me va citando uno a uno los nombres de los propagandistas de
significación que tiene esta campaña con perfecto conocimiento de sus obras,
desde Rodó a Manuel Ugarte y Blanco Fombona. El sentido práctico que es otra de
las características suyas, le descubre a la doctrina su calidad de fruto de
larga madurez. Las dolorosas experiencias que México ha recibido luchando solo,
están en él muy vivas, pero es este un hombre de una inteligencia llena de
nobleza, capaz de mirar hacia el futuro saltando las marañas del presente.
En su vida privada el
Presidente Obregón es un hombre de claras virtudes morales de sobriedad
ejemplar. Vive con sencillez extrema, no en el castillo de Chapultepec
propiamente dicho, sino en una casa anexa. Por el trabajo inmenso que significa
la reconstrucción de un país de dilatadísimo territorio y dirigiendo él la
labor de cada una de las Secretarías de Estado, se ha eximido casi de la vida
social. Pertenece a esas nobles gentes de provincia de situación holgada, pero
cuya sensatez las alejas de ostentaciones ridículas. Una revolución lo exaltó a
la Primera Magistratura, sin que el salto desquiciara su austero criterio de la
vida.
Nada place más que ver a un
nombre de nuestra raza en el cual no se cumple aquello del enloquecimiento que
dan las situaciones elevadas cuando se llega a ellas bruscamente; nada atrae más
que observar la severa línea de sencillez que sigue rigiendo la vida de este
antiguo propietario rural convertido en Jefe de un país riquísimo.
Mi primera entrevista con el
Presidente Obregón tuvo lugar hace ocho meses; pero yo he querido escribir mis impresiones
sobre él después de orientarme un poco en la vida mexicana y oír diferentes
apreciaciones sobre su Gobierno.
Hoy puedo sintetizar así sus
características de mandatario: energía revolucionaria; sensatez de organizador;
lealtad hacia la democracia que fue su bandera, y política hispano-americanista
de hombre fiel a su raza.
Gabriela Mistral
Su nombre completo fue Álvaro Obregón Salido. Fue
militar y político mexicano que tuvo una participación clave en el movimiento
armada de la Revolución Mexicana. Obtuvo la presidencia de México por 4 años.
Sus padres fueron: Francisco Obregón Gámez y Cenobia
Salido Palomares
Su padre murió cuando él tenía 1 año de edad y su madre dejó a Álvaro bajo el cuidado de sus hermanas mayores. Estudió en la escuela de la región donde nació. Después estudió matemáticas, geografía e historia.
Su padre murió cuando él tenía 1 año de edad y su madre dejó a Álvaro bajo el cuidado de sus hermanas mayores. Estudió en la escuela de la región donde nació. Después estudió matemáticas, geografía e historia.
Aprendió sobre carpintería, incursionó en la
poesía, la música y se interesó por el comercio. En 1898 trató de sacar a sus
hermanas a delante y las apoyó con trabajando en la agricultura para que su
Hacienda prosperara. Sin embargo el país atravesaba por una crisis económica
muy compleja, el clima era muy cambiante y no contaba con herramientas
pertinentes para la agricultura.
Cuando se fue a Huatabampo en 1906, conoció a
Refugio Urrea y un año más tarde su esposa murió junto con sus gemelos durante
el parto. Obregón pensó que su vida se había terminado con la pérdida de su
nueva familia, vivió con dolor y tristeza durante 2 años pero pidió a sus
hermanas que cuidaran de sus hijos.
Es importante saber que en ese entonces Porfirio Díaz era el presidente de México y el país atravesaba por una inestabilidad política, social y económica debido a que tenía más de 30 años en el poder. Por lo que en 1909 se unió a las fuerzas militares de Francisco I. Madero para luchar contra el gobierno de Porfirio y lo derrotaron.
Su carrera política comenzó en el año de 1911 cuando nombraron a su hermana José Obregón alcalde interino de Huatabampo y le dio la oportunidad de realizar funciones administrativas. Eso ayudó a que Álvaro conociera más personas de la vida política. Más tarde Obregón fue electo alcalde en noviembre de 1911.
En ese entonces se llevó a cabo un reclutamiento realizado por el gobernador de Sonora José María Maytorena, quien pidió personas que quisieran levantarse en armas en contra del gobierno de Francisco I. Madero y Obregón decidió participar. Se formó un grupo de soldados y se les unió Benjamín Hill. La historia de México señala que Obregón formó el 4° Batallón de Infantería.
Es importante saber que en ese entonces Porfirio Díaz era el presidente de México y el país atravesaba por una inestabilidad política, social y económica debido a que tenía más de 30 años en el poder. Por lo que en 1909 se unió a las fuerzas militares de Francisco I. Madero para luchar contra el gobierno de Porfirio y lo derrotaron.
Su carrera política comenzó en el año de 1911 cuando nombraron a su hermana José Obregón alcalde interino de Huatabampo y le dio la oportunidad de realizar funciones administrativas. Eso ayudó a que Álvaro conociera más personas de la vida política. Más tarde Obregón fue electo alcalde en noviembre de 1911.
En ese entonces se llevó a cabo un reclutamiento realizado por el gobernador de Sonora José María Maytorena, quien pidió personas que quisieran levantarse en armas en contra del gobierno de Francisco I. Madero y Obregón decidió participar. Se formó un grupo de soldados y se les unió Benjamín Hill. La historia de México señala que Obregón formó el 4° Batallón de Infantería.
Luchó contra Orozco tratando de evitar que se
apoderara de la frontera del país y en Agua Prieta en el estado de Sonora
conoció a Plutarco Elías Calles y jamás se imaginaría el apoyo que mutuamente
se tendrían después de un tiempo.
Cuando el 18 de febrero de 1913 se dio el movimiento armado conocido como la Decena Trágica para derrocar al gobierno de Madero, Victoriano Huerta realizó un convenio con Díaz, con el embajador de los Estados Unidos Lane Wilson y con Mondragón y se comprometieron a apoyarlo para que obtuviera el puesto de la presidencia a cambio de que después se la entregara a Díaz.
Cuando el 18 de febrero de 1913 se dio el movimiento armado conocido como la Decena Trágica para derrocar al gobierno de Madero, Victoriano Huerta realizó un convenio con Díaz, con el embajador de los Estados Unidos Lane Wilson y con Mondragón y se comprometieron a apoyarlo para que obtuviera el puesto de la presidencia a cambio de que después se la entregara a Díaz.
Victoriano Huerta logró su asenso a la presidencia
de la República Mexicana el 18 de febrero de 1913. Muchos políticos protestaron
contra su gobierno y uno de ellos fue José María Maytorena quien fungía como
gobernador de Sonora, otro fue Venustiano Carranza quien proclamó el Plan de
Guadalupe en contra de Huerta el 26 de marzo de 1913 en Ramos Arizpe en el
estado de Coahuila.
En septiembre 1913 se dio el primer encuentro entre
Obregón y Carranza, el cual no había sucedido antes porque después de la
derrota de Porfirio Díaz, Obregón decidió retirarse de la vida pública pero en
el año antes mencionado regresó para apoyar a Venustiano Carranza en su lucha
contra Victoriano Huerta.
Por otra parte, Huerta se dio cuenta de todo el
apoyo que tenía Carranza y decidió renunciar al puesto de la presidencia. El
nuevo presidente interino nombrado fue Francisco Carvajal quien trató de
aliarse a Obregón.
Se inició una lucha constitucionalista donde
Obregón viajó a muchos estados de México para entrevistarse con varias personas
importantes de la política para tratar de convencerlos de la importancia que
tenía realizar un junta donde estuvieran todos los jefes revolucionarios para
entablas platicas y debates y así poder decidir el futuro político que tendría
México.
Venustiano Carranza estableció su gobierno Veracruz
mientras en el estado de Chihuahua estallaron varios conflictos militares. Más
tarde se dio la Batalla de Celaya sucedida en la División del Norte en Celaya,
estado de Guanajuato y estuvo encabezada por Francisco Villa en contra de las
tropas de Álvaro Obregón. Dicha batalla se dio del 6 al 15 de abril de 1915.
Todo estuvo a favor de Obregón ya que Villa
continuó otro enfrentamiento en donde finalmente lo vencieron las tropas
comandadas por Álvaro Obregón.
Cuando todos
creían que se había terminado los enfrentamientos de las tropas villistas,
Obregón recorrió su hacienda junto con varios de sus soldados y fueron atacados
por soldados al servicio de Francisco Villa donde hirieron el brazo derecho de
Obregón y perdió su brazo derecho. Lleno de dolor y coraje, tomó Saltillo,
Aguascalientes y Torreón y logró expulsar a los villistas de dichos estados y
logró instaurar pactos de paz con el ejército yaqui.
En 1916 fue
nombrado Ministro de Guerra y Marina en el gabinete de Venustiano Carranza
establecido en Querétaro. Le dio dicho puesto a Obregón porque tomó en cuenta
por el gran apoyo que le dio para llegar a la presidencia del país. Siendo
ministro fundó las siguientes instituciones importantes:
* La Escuela
Nacional para Pilotos.
* La Academia
del Estado Mayor
* La Escuela
de Medicina Militar
Siempre le
mostró lealtad a Venustiano Carranza, lo escoltó a Querétaro donde ambos
participaron en la redacción de la Constitución de 1917 pero Obregón renunció a
su cargo el 30 de abril de 1916 para poder preparar su campaña presidencial ya
que a él le interesaba dicho puesto.
Carranza pensó
que Obregón lo apoyaría hasta el último día de su vida pero un año atrás, en
1919 él ya sabía que Obregón pretendía lanzarse como candidato en las
elecciones y trató de quitar a los políticos que apoyaban a Obregón de la
Cámara de Diputados.
El 01 de junio
del mismo año Obregón fue candidato oficial y dio un discurso donde señaló la
importancia y necesidad de tener un gobierno que ponga en práctica las
corrientes liberales para la evolución de México.
Por otro lado
Venustiano Carranza lanzó como candidato a la presidencia a Ignacio Bonillas,
embajador mexicano en Washington y a quien pocos conocían en México. Carranza
lo hizo porque quería que el poder fuera de civiles. Obregón logró obtener el
apoyo de Luis N. Monrones quien fungía como presidente del Partido Liberal
Constitucionalista y éste último le ofreció a Obregón representar al partido en
la candidatura, cuya propuesta fue aceptada.
Las
dificultades comenzaron para Obregón cuando en mayo de 1920 lo llamaron a
juicio en la Ciudad de México porque fue acusado de conspirar y traicionar al
gobierno de Carranza. Logró escapar de la cárcel y se fue a la ciudad de Iguala
en el estado de Guerrero.
La separación
entre Carranza y Obregón marcó una etapa importante en la vida de éste último
cuando en 1920 dirigió la Rebelión de Agua Prieta en contra de del gobierno de
Carranza, el cual fue desconocido por muchos liberales y sobre todo porque
quería imponer a Ignacio Bonillas como su sucesor.
Álvaro Obregón
y sus seguidores triunfaron, mientras que Carranza perdió a la mayor parte de
su gabinete y sus seguidores por lo que se vio obligado a ir la sierra poblana
y por órdenes de Plutarco Elías Calles, las tropas del general Rodolfo Herrero
lo buscaron y lo asesinaron en el municipio de Tlaxcalantongo el 21 de mayo de
1920.
Después de lo
sucedido, el Congreso nombró a Adolfo de la Huerta como el nuevo presidente
interino de México en el periodo del 01 de junio al 30 de noviembre de 1920. Una
vez en el poder, Adolfo logró pacificar al país, Francisco Villa entregó las
armas y aprendieron a Félix Díaz. En pocas palabras, gobernó por 5 meses para
preparar la llegada de quien sin saberlo sería el siguiente presidente, Álvaro
Obregón, quien tomó el poder el 01 de diciembre de 1920.
Lo primero que
Obregón hizo al convertirse en presidente de México fue concluir con el proceso
de pacificación nacional iniciado por Adolfo y repartió tierras a los
campesinos. Restituyó a José Vasconcelos quien había sido ministro de
Instrucción Pública cuya antigua institución educativa renació en 1921 con el
nombre de “Secretaría de Educación Pública” (SEP).
Durante su
administración Obregón hizo lo siguiente:
- En el ámbito
educativo tuvo el apoyo de Vasconcelos y se fundaron escuelas rurales, se
formaron nuevos maestros y se editaron libros clásicos. Se impulsaron escuelas
de artes y oficios. (En el año 1922, invitó oficialmente a esta
revolución, a Gabriela Mistral, quien se integró de inmediato a la Educación)
- En el ámbito político y militar se trató de mantener
control en los diferentes partidos políticos y equilibrio en el ejército. Después
de dos años en la presidencia, se logró que los Estados Unidos reconociera su
gobierno en el año de 1923 debido a la firma de los Tratados de Bucareli con
México.
Cabe mencionar
que dichos tratados al final provocaron conflictos entre Obregón y Adolfo de la
Huerta quien fungía como Secretario de Hacienda, ya que Obregón pensó que
atentaban contra el gobierno de México pero él quería que su administración
fuera reconocida en el exterior.
Al terminar su
gobierno se dio la Rebelión delahuertista iniciada por Adolfo de la Huerta (de
ahí surgió el nombre que se le dio a la rebelión) en contra de Obregón porque
éste quiso imponer a Plutarco Elías Calles como el sucesor de la presidencia de
México.
Adolfo inició
una rebelión pero fueron derrotados por los seguidos de Obregón. Calles fue
electo presidente de la República Mexicana y Obregón se retiró de la vida
pública y regresó a su hacienda a trabajar como agricultor. Con los créditos
que el Banco Agrícola le dio los ocupó para el campo y para iniciar un negocio
de combustible para carros.
En 1928 Álvaro
Obregón se lanzó nuevamente como candidato para el puesto de la presidencia
debido a que se había hecho una reforma en la Constitución el año anterior a
las elecciones, la cual consistió en permitir la reelección de quienes ya había
sido presidentes anteriormente.
Obregón tuvo
conflictos por su reelección y la oposición representada por los generales
Arnulfo R. Gómez y Francisco R. Serrano también se lanzaron como candidatos
para el puesto. Pero el ganador había sido Álvaro Obregón pero unos días antes
le habían informado a éste de una amenaza de muerte pero no tomó importancia.
El día 17 de julio de 1928 salió a comer con algunos diputados del estado de Guanajuato en un restaurante de nombre “La Bombilla” en San Ángeles, D.F, lugar donde José de León Toral asesinó a Obregón con cinco disparos. Y la persona que quedó en el puesto de la presidencia que por segunda vez hubiera sido de Obregón, lo tomó Emilio Portes Gil y así fue como comenzó el periodo llamado “Maximato”.
El día 17 de julio de 1928 salió a comer con algunos diputados del estado de Guanajuato en un restaurante de nombre “La Bombilla” en San Ángeles, D.F, lugar donde José de León Toral asesinó a Obregón con cinco disparos. Y la persona que quedó en el puesto de la presidencia que por segunda vez hubiera sido de Obregón, lo tomó Emilio Portes Gil y así fue como comenzó el periodo llamado “Maximato”.