Gabriela Mistral
Varias clases de libros
El Libro y el Pueblo. México, D. F.,
4 de agosto de 1922.
Repertorio Americano, 30 de octubre de 1922.
El de biografías es para mí el primero, es el que
contiene mayor suma de vida humana, como si dijéramos, más esencia de Hombre.
Plutarco dio su tipo. Pero en nuestro tiempo lo han hecho -vigoroso y vívido- Lamartine,
Emerson y Romain Rolland.
Libro de
Historia os convencerá de que la humanidad es semejante, o la misma, en sus
profundidades y diferente en las superficies. Os creará la gratitud hacia los
muertos, a quienes debemos hasta el fino vaso en que palpita nuestra agua y
cuyo dibujo trazaron; a los muertos que se tendieron rendidos de una obra nunca
consumada, y sobre la cual se agitan ahora nuestras manos: civilizadores,
varones de fe, artistas. El libro de la historia os restará vanidad, nos
volverá humildes y admirativos. Y sabéis que el que empieza admirando acaba
haciendo.
El libro de
geografía os aproximará a los pueblos, os los pondrá bajo la mirada como un
rostro amigo, y les gozaréis EL CONTORNO Y LA EXPRESIÓN como a un rostro. Os
volverá curiosos del mar desconocido, de la montaña remota. Como el viento para
la vela, dará el impulso de partir en uno de esos viajes que, a pesar del siglo
veinte, son todavía cosa de maravilla, suceso prodigioso.
Tendréis
aquí el libro de ciencia. Os dará el estupor de la que llamáis sencilla Naturaleza.
Podrá exaltar como el mejor poema. Suele colocarse en un plano tan embriagador
como la fantasía.
Cuidaos, sin
embargo, de su fanatismo. Mezclad siempre la hora de esta lectura con muchas de
experiencia. Pensad en que la ciencia se rectifica con una rapidez que nos
faculta para la duda, sin que ésta sea irreverencia.
No
desdeñaréis la novela que es un modo de simplificación, y a la vez de
concentración de la vida humana, la cual se empaña por la complejidad y se afea
por el deslucimiento. Leeréis el drama, que es fuerte removedor del mundo
interno.
También
buscaréis aquí los poemas. Ellos, como el drama, intensifican las emociones,
más bellas cuanto más ricas. Son como la luz: os destacan la belleza de las
cosas que estaban anegadas en el color gris de la costumbre.
Los poemas
os devolverán la mirada del niño que perdisteis, la cual es también, por la
riqueza del detalle, la mirada del sabio.
Sois
deudores a los poetas: os enseñaron a exaltar la blancura y la suavidad de la
cabeza de la mujer amada. Os centuplican el valor de la vida, al reteñir en la
hipérbole feliz la Naturaleza.
Son por fin
los únicos que, en nuestro siglo sin espiritualidad, os defienden el alma de lo
brutal que va entrando en nuestra civilización. Os enseñan el tacto delicado
para las cosas y los seres.
Sí, amad
mucho los libros, exquisitos compañeros que merecen preferencia sobre los otros
toscos y ruidosos. Ellos tienen toda la constancia que les consentimos y nos
dan la utilidad en qué nuestra mente ágil los transmuta.
Pero
guardaos de su terrible tiranía: cuidaos bien de tejeros la vida en torno de
ellos. No os encontréis un día padeciendo, amando o juzgando a través del
Dante, del France o de Nietzche.
No les
hagáis el don de vuestra mirada, pues sólo vuestros ojos os revelarán un pueblo
o un panorama.
Los libros
os ayudarán a ordenar, a hacer síntesis o simplificaciones pues son la cuajada
experiencia. No les recibáis más.
A dos
pecados pueden conduciros: a la pereza mental y al vicio de los sistemas.
Decidles lo que un varón nobilísimo dijo en la antigua Grecia a ciertas
jóvenes: - “Sí, sois muy compuestas; pero mi esposa descuidada es mejor”.
Vuestra esposa única es la vida; ella sola os dará hijos fuertes.
Nuestra
humanidad actual, que es débil, suele reemplazar a la vida con la lectura, por
laxitud. Bienaventurados los que se vigorizan con los libros sin anegarse en
ellos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario