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lunes, 1 de agosto de 2022

 Gabriela Mistral

Varias clases de libros

El Libro y el Pueblo. México, D. F.,

4 de agosto de 1922.

Repertorio Americano, 30 de octubre de 1922.

 

El de biografías es para mí el primero, es el que contiene mayor suma de vida humana, como si dijéramos, más esencia de Hombre. Plutarco dio su tipo. Pero en nuestro tiempo lo han hecho -vigoroso y vívido- Lamartine, Emerson y Romain Rolland.

  Libro de Historia os convencerá de que la humanidad es semejante, o la misma, en sus profundidades y diferente en las superficies. Os creará la gratitud hacia los muertos, a quienes debemos hasta el fino vaso en que palpita nuestra agua y cuyo dibujo trazaron; a los muertos que se tendieron rendidos de una obra nunca consumada, y sobre la cual se agitan ahora nuestras manos: civilizadores, varones de fe, artistas. El libro de la historia os restará vanidad, nos volverá humildes y admirativos. Y sabéis que el que empieza admirando acaba haciendo.

  El libro de geografía os aproximará a los pueblos, os los pondrá bajo la mirada como un rostro amigo, y les gozaréis EL CONTORNO Y LA EXPRESIÓN como a un rostro. Os volverá curiosos del mar desconocido, de la montaña remota. Como el viento para la vela, dará el impulso de partir en uno de esos viajes que, a pesar del siglo veinte, son todavía cosa de maravilla, suceso prodigioso.

  Tendréis aquí el libro de ciencia. Os dará el estupor de la que llamáis sencilla Naturaleza. Podrá exaltar como el mejor poema. Suele colocarse en un plano tan embriagador como la fantasía.

  Cuidaos, sin embargo, de su fanatismo. Mezclad siempre la hora de esta lectura con muchas de experiencia. Pensad en que la ciencia se rectifica con una rapidez que nos faculta para la duda, sin que ésta sea irreverencia.

  No desdeñaréis la novela que es un modo de simplificación, y a la vez de concentración de la vida humana, la cual se empaña por la complejidad y se afea por el deslucimiento. Leeréis el drama, que es fuerte removedor del mundo interno.

  También buscaréis aquí los poemas. Ellos, como el drama, intensifican las emociones, más bellas cuanto más ricas. Son como la luz: os destacan la belleza de las cosas que estaban anegadas en el color gris de la costumbre.

  Los poemas os devolverán la mirada del niño que perdisteis, la cual es también, por la riqueza del detalle, la mirada del sabio.

  Sois deudores a los poetas: os enseñaron a exaltar la blancura y la suavidad de la cabeza de la mujer amada. Os centuplican el valor de la vida, al reteñir en la hipérbole feliz la Naturaleza.

  Son por fin los únicos que, en nuestro siglo sin espiritualidad, os defienden el alma de lo brutal que va entrando en nuestra civilización. Os enseñan el tacto delicado para las cosas y los seres.

  Sí, amad mucho los libros, exquisitos compañeros que merecen preferencia sobre los otros toscos y ruidosos. Ellos tienen toda la constancia que les consentimos y nos dan la utilidad en qué nuestra mente ágil los transmuta.

  Pero guardaos de su terrible tiranía: cuidaos bien de tejeros la vida en torno de ellos. No os encontréis un día padeciendo, amando o juzgando a través del Dante, del France o de Nietzche.

  No les hagáis el don de vuestra mirada, pues sólo vuestros ojos os revelarán un pueblo o un panorama.

  Los libros os ayudarán a ordenar, a hacer síntesis o simplificaciones pues son la cuajada experiencia. No les recibáis más.

  A dos pecados pueden conduciros: a la pereza mental y al vicio de los sistemas. Decidles lo que un varón nobilísimo dijo en la antigua Grecia a ciertas jóvenes: - “Sí, sois muy compuestas; pero mi esposa descuidada es mejor”. Vuestra esposa única es la vida; ella sola os dará hijos fuertes.

  Nuestra humanidad actual, que es débil, suele reemplazar a la vida con la lectura, por laxitud. Bienaventurados los que se vigorizan con los libros sin anegarse en ellos.

 Gabriela Mistral



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